El piano, mi primera opción
Por Indira Ramírez Elejalde
Foto: Boris Luis Muriendas
Daniela Rivero Cernuda es una joven pianista cubana. Su formación musical inició en la Escuela Elemental de Música Alejandro García Caturla y actualmente cursa el primer año de su especialidad en el Instituto Superior de Arte (ISA).
Con apenas 20 años se enorgullece, entre otros logros, de haber sido en el 2019 Gran premio del Concurso Amadeo Roldán, así como la grandiosa oportunidad que el Ballet Nacional de Cuba le ofreció, en noviembre de ese mismo año, de ser pianista solista del estreno de una coreografía.
Sobre su pasión afirma que cuando tuvo que decidirse por un instrumento, sin parpadear eligió el piano. Para conocer más sobre esta comprometida joven, les regalamos esta entrevista.
-¿Cómo llega Daniela a la música?
Desde pequeña he estado muy vinculada al arte. Asistía con mis padres a funciones de ballet, exposiciones de pintura y conciertos que siempre cautivaban mi atención.
Inicié mi vinculación directa con el arte tomando clases de baile y pintura (esta última no se me daba para nada bien). A la edad de seis años comencé en la Compañía Lizt Alfonso y en la Compañía teatral infantil La colmenita.
Al año siguiente me presente en la convocatoria para entrar a la escuela de música y estuve entre los niños seleccionados. De ese modo inicié mi camino en este maravilloso mundo.
-¿El piano fue siempre tu primera opción?
Esa pregunta me recuerda una anécdota que viví en los exámenes de actitud:
“Llegué hacer las pruebas con la aspiración de estudiar guitarra, pero como estaba en segundo grado sólo podía optar por piano, viola, violín o cello. Entonces mi mamá me sugirió que esperara dos años más para presentarme nuevamente, pero estaba decidida hacer las pruebas y me negué.
“Entre a realizar mi examen y al finalizar la maestra me preguntó el instrumento que iba a estudiar. Me quedé pensando unos segundos y respondí: piano.
Luego me preguntó: — ¿y como segunda opción?
-Piano, respondí
La maestra me miró y sonrió.
“Al salir mi mamá y mi abuela que me esperaban me preguntaron el instrumento y yo dije feliz (y me atrevería a decir que convencida): — piano”.
-Siempre se habla de sacrificios, pues la vida de quien se dedica a la música debe tener cierta disciplina. ¿Cómo ha afrontado esta realidad?
Es cierto que la vida de quien se dedica a la música requiere disciplina y constancia. En mi caso esos requisitos han formado recuerdos muy bonitos a lo largo de mi formación. Disfruto estudiar mi instrumento, asistir a clase, investigar, ir a conciertos…
Cuando era pequeña tuve que sustituir el juego y los muñes por el estudio, pero nunca lo sentí como una carga, nunca me puse triste por ello porque hacía lo que me gusta.
Cuando uno hace lo que verdaderamente le place se siente feliz, además siempre he contado con el apoyo y el amor de mi familia. En mi hogar nadie es músico pero son el público más crítico y exigente que tengo. Somos pocos en la casa, pero muy unidos y eso me ha ayudado en todo momento.
-¿Hasta el momento cuáles han sido sus mayores logros?
El año 2019 estuvo lleno de momentos muy significativos para mi carrera. Como Gran premio del Concurso Amadeo Roldán, en junio pude cumplir uno de mis sueños: tocar con la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección del maestro Enrique Pérez Mesa.
Fue una experiencia excepcional, la interrelación y la complicidad que se establece entre el piano y la orquesta es fantástica. Considero que subí un pequeño escalón como pianista; tocar con la Orquesta influyó en la manera de enfrentarme a mi instrumento.
-Sobre su colaboración con el Ballet Nacional de Cuba. ¿Podrías ofrecer pormenores?
Fue algo que me tomó por sorpresa; fui invitada como pianista solista junto a la Orquesta del Gran Teatro de La Habana, bajo la dirección de Yhovany Duarte, al estreno en nuestro país, y su extensión durante cinco funciones adicionales, de la coreografía Concerto DSCH del destacado coreografo ruso-estadounidense Alexei Ratmansky.
En esta ocasión no era solamente acompañada por una orquesta sino que a su vez yo acompañaba a los bailarines. Eso creaba en mí una pequeña tensión que con el avance de las funciones fui superando gracias al apoyo de los músicos, de su director y del público.
Lo considero como una colaboración mutua que me reportó muchos elementos como pianista.
-¿Cuáles son sus expectativas en relación al futuro?
Aspiro a convertirme en una pianista concertista (sin excluir la música de cámara que me resulta muy interesante). Terminar mi formación académica y continuar con la superación profesional y personal constituyen dos objetivos importantes. Pero la premisa mayor es defender y difundir la buena música; ser capaz de comunicarme, de expresar mi sentir a través de este maravilloso lenguaje que transgrede todas las fronteras.