El poder de nosotras
Por: Beatriz Ramírez López
Cuando se empieza a conocer de desigualdades, prejuicios, violencias machistas, patriarcado, opresión, ineludiblemente una abraza la sororidad.
Llegar al feminismo, ponerse los espejuelos violetas para ver el mundo, implica cierta carga de dolor, de rabia… Y una transita hacia la libertad de la mano de muchas mujeres que te ayudan en el camino.
Quizás tu vínculo con otras muchachas/mujeres no haya sido del todo amistosa. Las mías tampoco. Aún es un proceso en construcción y sanación.
Durante décadas, los medios de prensa, el cine, la literatura y la industria musical nos han vendido un modelo de relacionarnos entre nosotras mismas basado en la competencia, el odio y la rivalidad. Esto no solo implica una ruptura en la construcción de nuestros espacios de estudio, trabajo, socialización y en la vida personal, sino que busca fragmentar las capacidades de asociación, de lucha, resiliencia en comunidades, las alianzas en espacios opresivos para las mujeres y la conexión con el cuerpo, la tierra y el espíritu.
Pero las mujeres históricamente han conectado. Lo hemos necesitado para sobrevivir, aunque se empeñen en hacernos olvidar. Rescatar la memoria es también un modo de redimir lo que otros intentan romper.
Nuestras ancestras guiaron la lucha y a ellas les debemos demasiado. Madres y abuelas que labran hoy el camino y la vida; las amigas que nos salvan a diario y se convierten en el verdadero amor; las maestras que educan, independizan y estimulan; las compañeras de batallas en una colectiva creativa; una desconocida que te toma la mano en la calle y juntas sienten menos miedo.
Están en todos lados, sosteniendo (nos) desde el saber, los cuidados y la protección.
No quieren que nos demos cuenta, pero juntas somos más fuertes.