Grito, deseo y poesía: la rebelión de Forugh Farrojzad
Por Lari Perez Rodriguez
“Toda mi existencia es un verso oscuro”
Forugh Farrojzad
En 1934, el sha Reza Pahlevi cambiaba el nombre de su nación; lo que un día fue Persia ahora sería Irán. Mientras que el “nuevo” país se abría a Occidente, su sociedad seguía profundamente ligada a los dictámenes religiosos y morales de una rígida cultura patriarcal. Pero la tierra de los “hombres” acabaría engendrando a una mujer rebelde y controvertida, quien, gracias a su arte, terminaría convirtiéndose en una de las más influyentes del siglo XX: Forugh Farrojzad.
Nacida en Teherán en 1935, Forugh vivió su vida con urgencia, como si supiera que su existencia iba a ser breve. Hija de un coronel próximo al círculo del sha, tuvo una infancia marcada por el despotismo paterno y el sometimiento de la madre. Fue la tercera de siete hermanos, encontrándose entre ellos la también escritora y poeta Pooran.
A los 15 años, luego de graduarse de la escuela secundaria, comenzó a estudiar pintura, la que se convertiría en su segunda vía de expresión. También estudió corte y confección, actividades que, según ella, aligeraban su mente, facilitando el proceso de creación poética.
Contra la voluntad de su familia, se casó a los 16 años con su primo Parviz Shapour. Un año más tarde, daría a luz a su único hijo. En 1954 pidió el divorcio, cuando solo el 4% de las mujeres se divorciaban en Teherán. Acorde a la ley iraní, el niño quedó bajo la custodia de su padre y ella apenas volvió a verlo. Luego del divorcio, su padre la repudió y le prohibió regresar junto a su familia.
Es por esta época que irrumpe en la escena literaria. En 1955 publicó su primer libro Asir (Cautiva), el cual contenía 44 poemas. Su obra fue rechazada por la academia, tachándola de rebelde e iconoclasta. El editor del libro sería arrestado y, Forugh Farrojzad, acusada de corromper a la sociedad con sus palabras.
A partir de ese momento, y por el resto de su vida, comenzaría el acoso de la crítica y la prensa hacia su persona. Los periódicos llegaron, incluso, a publicar listas de sus amantes y la insultaron abiertamente. No es de extrañar que, en septiembre de 1955, sufriera una crisis nerviosa que la obligó a ingresarse en una clínica psiquiátrica.
En 1956, Forugh tomó la decisión de marcharse del país. Su viaje de nueve meses por Europa culminó con la publicación de su segundo libro: Divar (El Muro). Este estuvo dedicado a su exmarido, y contuvo 25 poemas cortos. Farrojzad fue la primera en hablar abiertamente del deseo sexual en la poesía iraní. Ejemplo de ello es su poema “Inmersión”, contenido en este poemario: “En mis piernas los labios del agua/me besaron sedientos, febriles e impacientes./De repente entre sí se enredaron…/satisfechos, en éxtasis,/mi cuerpo y el pícaro espíritu del manantial amante.”
En 1958 publicó su tercer poemario, Esian (Rebelión). Este es considerado su libro más provocador. En él, la poeta increpa a Dios por sus contradicciones, comprende al diablo, compara los hombros de su amado con la piedrecilla de Kerbela con que chocan las frentes al orar, y, en acto irreverente y blasfemo, baja a tierra a Hafez: “Aquel anciano que era los mares y la tierra/vendió el jardín celeste por un arroyo”.
Ese mismo año, mientras buscaba trabajo, conoció al controvertido escritor y cineasta Ebrahim Golestan, quien terminó convirtiéndose en su pareja emocional y creativa. Ambos compartían ideas de independencia y libre expresión, lo que los condujo a disfrutar de una vida independiente y libre, que, como era de esperar, también fue motivo de escándalo.
Junto a Golestan, trabajó como guionista y ayudante de dirección. Con una cámara de mano súper 8, rodó el documental Un fuego, con el que Golestan ganó la medalla de bronce en el festival de Venecia.
En 1962, Forugh Farrojzad dirigió La casa negra, un breve documental en el que narra poéticamente la vida de los desheredados de una leprosería en Tabriz. Esta obra fue definida por el crítico Mohsen Majmalbab como “la película más bella del cine iraní”. La casa negra es una cinta impregnada de honestidad y franqueza poética; en ella no hay lugar para las metáforas y los símbolos de la poesía tradicional.
En 1964 publicó Tavallodi Digar (En otro amanecer), con 35 poemas escritos en los seis años previos. Este se consagraría como un hito dentro de la poesía persa contemporánea, ya que con él, Farrojzad logra liberarse completamente de la tradición, haciendo gala de una creatividad y personalidad anticovencionales.
Su quinta colección de poemas entró a la imprenta en 1965. El libro, titulado Tengamos fe en la estación del frío, fue publicado después de su muerte, ocurrida el 14 de febrero de 1967. La escritora-cineasta muere en un accidente automovilístico cuando, intentando esquivar un auto que venía en sentido contrario, se desvió y chocó contra un muro.
Tras la revolución islámica de los ayatolás, su poesía fue censurada y estuvo prohibida durante más de una década.
Farrojzad es una de las pioneras en luchar contra las instituciones sociales y literarias a través de la recreación en sus poemas de lo prohibido sexual, textual y culturalmente. Su canto a la mujer como sujeto poético burla la verticalidad fosilizada que establece que, todo hombre, se encuentra por encima de cualquier mujer. Con sus versos, libera a los hombres de los estrictos códigos de masculinidad, y termina convirtiéndolos en sujetos del deseo femenino.
Indudablemente, no hubo para ella nada más relevante y fundamental que escribir, y, como Alejandra Pizarnik, dedicó muchos de sus versos al hecho poético: “Esta noche, en el altar de tu fama/la inspiración me agita./Mi vida se me va en esas hazañas./Ay, poesía… diosa,/vampira, que me desangras”.