Hablemos sobre el cuidado
Por Lissy Villar Muñoz
¿Sabes que implica hablar del cuidado? El cuidado no es solo un acto de amor. Intervienen disímiles factores y perspectivas. Y en nuestro país, producto de esa cultura machista todavía las muchachas y las mujeres son las “máximas responsables de cuidar” y hacer dentro y fuera del hogar.
En este trabajo Yisell Aguilar Pino, especialista en investigaciones sociales del Centro de Estudios sobre la Juventud nos cuenta su perspectiva sobre el cuidado en Cuba, los desafíos para lograr una mayor justicia social en este tema. Por eso compartimos algunos datos.
Según las cifras compartidas por Yisell el 37,4% de las personas de 50 años y más, dejaron en algún momento de trabajar por razones diferentes a la establecida por la ley de jubilación. ¿Conoces a alguna persona cercana que haya pasado o esté pasando por esta situación?
¿Sabías que de esas personas el 25,2% de las mujeres y el 5,5% de los hombres, abandonaron sus empleos para brindar labores de cuidados a otras personas?
Un dato aportado por Yisell refleja que el cuidado de las personas dependientes va en aumento en la medida que se incremente el envejecimiento poblacional, pero este no se puede ver como un problema, sino como característica sociodemográfica. En Cuba adolescentes y jóvenes están asumiendo de igual manera las labores de cuidado. ¿Te has visto implicado en esta situación?
Existen algunos efectos de la sobrecarga del cuidado: trae consigo desgaste físico, inestabilidad emocional, interrupción de la vida laboral y social, disminución salarial, disminución del tiempo de ocio, entre otras consecuencias.
La especialista del Centro de Estudios de la Juventud indicó que, en Cuba, nosotras las mujeres y las muchachas también, por supuesto, dedicamos alrededor de 35,20 horas semanales al trabajo doméstico y de cuidados; lo que representa alrededor de 14 horas semanales más que los hombres. Esto se debe a la persistencia del patriarcado y a la poca responsabilidad de todas las personas dentro del hogar para asumir las tareas que mantiene viva y en funcionamiento una casa: lavar, limpiar, cocinar, abastecimiento de insumos para todas estas actividades, labores de cuidado a personas que lo necesiten….
Comentó que si tenemos en cuenta la etapa de pandemia por Covid-19 desde marzo de 2020, “hubo un incremento de las labores de cuidado y responsabilidades domésticas de las muchachas y las mujeres, quienes asumieron tareas orientadas al cuidado de personas dependientes, atención y educación de hijas/os, hermanas, hermanos, la limpieza y desinfección del hogar, la elaboración de alimentos, el lavado de ropas en contacto con el exterior”.
Estas cifras son muestra de que se debe educar a la población cubana desde la equidad y la corresponsabilidad, dijo.
Al preguntarle sobre cómo hacer y potenciar en Cuba una mirada diferente en torno al cuidado, Yisell Aguilar Pino compartió que en Cuba predomina una cultura patriarcal, lo que implica que las mujeres y las muchachas son “las máximas responsables” de las labores domésticas y de cuidado, por ello es necesario tener presente que compartir las responsabilidades, implica acordar y negociar qué aspectos se distribuyen entre las personas del grupo familiar para su mejor ejecución.
En el ámbito doméstico, significa el reparto entre muchachos y muchachas y hombres y mujeres de tareas como el cuidado de las personas y las labores domésticas. Si distribuimos equitativamente las actividades permitiría que tú y otras mujeres que viven en tu hogar mantengan una conciliación entre la vida personal, familiar y laboral evitando que no accedan al empleo remunerado, que estén obligadas a posponer sus sueños personales, estancar su carrera o actividad laboral, estar agotadas, no tener tiempo libre, sufrir diversas enfermedades, sentir culpabilidad por no poder ser la mejor en todos los ámbitos de su vida.
¿Y qué pasa con los muchachos?
Pues la investigadora insistió en que los muchachos evitarían una dedicación centrada únicamente en el terreno laboral o personal, tener poco tiempo para las labores domésticas y para los cuidados de sus seres queridos, llevar el peso económico de la familia, depender de los cuidados de otras personas, no poder o no saber compartir las responsabilidades, tener que mantener una imagen de seguridad y fortaleza. Por tanto, se podría comenzar desde el hogar educando apropiadamente sobre la sexualidad (sin considerarla un tabú) y la deconstrucción de estereotipos de género para garantizar el adecuado aprendizaje de las labores domésticas y del autocuidado.