Las historias de Camilo[1]

Por Redacción Muchacha
Estaríamos hoy celebrando sus 92 años de vida; el aniversario de — como lo reconocen los cubanos y las cubanas desde edades tempranas — «el hombre de la sonrisa eterna», «el del sombrero alón» … Y, aunque no esté presente físicamente, festejamos la vida de Camilo Cienfuegos Gorriarán, el hombre humilde, jocoso y dispuesto, como muchas personas llegaron a describirlo.
Este 6 de febrero, Muchacha quiere recordarlo a través de sus historias y hazañas.
Y mucho menos si están heridos[i]
Narrado por Mario Tuero Urbay
Cuando amaneció, ya estábamos emboscados en el terraplén que va de Caibarién a Yaguajay, en el tramo de Seibabo.
En una punta de la emboscada estaba el capitán Kindelán, con su fusil ametralladora Browning y, en el otro extremo, estaba Walfrido Pérez, con un arma igual. Si el convoy que esperábamos venía de allá para acá, al entrar el último carro, Walfrido tenía que tirar; si era a la inversa, Kindelán era quien tiraba.
Camilo permanecía en la cuneta del terraplén, tumbado boca abajo, con una penca de guano arriba. Como a las doce y media llegaron los camiones: eran tres, pero venían muy separados unos de otros. Cruzó por delante de nosotros el primer camión. Al poquito rato cruzó el segundo, y como el tercero no había pasado la punta de la emboscada, Kindelán no podía tirar, tenía que esperar para que todos estuvieran dentro de ella, no fuera que uno se quedara rezagado y nos atacara por la espalda.
Camilo estaba impaciente; el segundo camión iba cruzando frente a él y Kindelán no tiraba. Camilo botó la penca de guano y comenzó a tirar, pero al tiempo de tirar, empezaba a tirar Kindelán también; entonces, Camilo corrió hacia los camiones — fue el primero en hacerlo — y detrás de él salimos todos nosotros.
El tiroteo duró unos treinta minutos. En el terreno quedaron siete soldados muertos, y se hicieron catorce prisioneros. Los heridos eran varios y repetían que no los mataran. Entonces Camilo, al oír aquello, les dijo: «Pero qué se creen ustedes que somos nosotros. Nosotros no asesinamos a los prisioneros, y mucho menos si están heridos».
¿Qué les llevan?[ii]
Narrado por Antonio (Ñico) Cervantes
Era el segundo domingo de mayo y, en el campamento rebelde del Comandante Camilo Cienfuegos, se planificaban las próximas acciones en el llano para batir a la tiranía.
Dos jóvenes se le acercaron. Eran muchachos de la zona que se habían unido al movimiento en los montes.
— Comandante, ¿usted podría darnos un permiso para llegarnos a ver a nuestras madres? — le preguntaron.
— Bien, pueden ir, pero no tarden…
— Enseguida, Comandante… — dijeron, y dieron media vuelta para retirarse.
Camilo, como un relámpago, fue a detenerlos.
— Un momento… ¿qué les llevan?
Los jóvenes se miraron.
— Nada…
— ¿Y cómo piensan ustedes ver a sus madres sin llevarles nada…? No, y no… Cojan estos veinte pesos, repártanlos, y llévenles algo.
Su sombrero[iii]
Narrado por Rafael Verdecia Lien, campesino de Sierra Maestra, colaborador del Ejército Rebelde
Un día llegué yo a caballo a donde ellos estaban: era el día que llevaba un animal para ensillárselo a Camilo, para que se trasladara de un lado a otro, y él coge y se pone mi sombrero y me dice que a mí no me lucía ese sombrero, que le lucía, por ejemplo, al capitán Camilo, y se lo pone, se miró en un espejito y me dice:
— ¿Qué, chico? Ponte la gorra esta.
Le digo:
— Bueno, me la llevaré para la casa y me pondré otro sombrero que tengo allá, que inclusive es mejor que este que tengo puesto, que tiene unos cuantos años ya.
Él se quedó con el sombrero y yo lo miraba y me reía; y él luego miraba que yo le estaba mirando el sombrero, y él se reía y guiñaba un ojo, y les hacía señas a los otros compañeros. Y él luego les hacía señas a ellos de que yo estaba mirando el sombrero; parece que él pensaba que yo quería el sombrero, pero era mirando que le lucía bien. Ese sombrero que Camilo traía era mío. Era mío, y a mí me era orgullo que a él le luciera bien, lo trajera, y que Camilo con ese sombrero luciera más bonito todavía. Ese sombrero se lo regalé yo; se lo regalé yo en el sentido que él lo cogió y se lo puso y le quedó bien, me miró y me dijo que le lucía más a él que a mí, y se quedó con él.
[1] Los fragmentos que se narran a continuación y han sido referidos en las notas posteriormente, fueron revisados y adaptados según la norma editorial de la revista.
[i]Basado en el texto «Anécdotas de Camilo Cienfuegos contadas desde Yaguajay (lV)», del Dpto. de Comunicación Poder Popular Yaguajay.
[ii] Basado en el texto «Camilo Cienfuegos: Anécdotas de un hombre legendario», publicado en Cubadebate.
[iii] Basado en el texto «El hombre de los cien fuegos», publicado en Juventud Rebelde.