Lidia Doce y Clodomira Acosta, el camino de la libertad

Revista Muchacha
3 min readSep 17, 2024

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Por Carmen Maturell Senon

Era el 12 de septiembre de 1958, en un modesto edificio de la calle Rita, en el reparto Juanelo, cuatro muchachos y dos mujeres se escondían de la dictadura batistiana.

La demora no fue mucha, el apartamento donde habitaban carecía de condiciones para refugiarlos de las fuerzas policiales de la dictadura batistiana. Y vez abierta la puerta, fueron acribillados a balazos los jóvenes revolucionarios Reinaldo Cruz Romeo, Alberto Álvarez Díaz, Onelio Dampiell Rodríguez y Leonardo Valdés Suárez.

Entonces, sin más salida que la propia entrada, las dos mujeres, Lidia Doce y Clodomira Acosta, mensajeras del Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, fueron apresadas. Comenzaba para ellas, su calvario.

Lidia Doce y Clodomira Acosta. Foto tomada del periódico Trabajadores.

«El día 13 Ventura las mandó a buscar conmigo y las trasladé a la 9na Estación. Al bajarlas al sótano que hay allí, Ariel Lima las empujó y Lidia cayó de bruces y no podía levantarse. Él le dio un palo por la cabeza saltándoseles casi los ojos al darse contra el contén (…) Clodomira me soltó y le fue arriba a Ariel arrancándole la camisa mientras le clavaba las uñas en el rostro. Traté de quitársela de arriba y se viró saltando sobre mí en forma de horqueta sobre mi cintura y él tuvo que quitármela a palo limpio hasta noquearla (…)», relató en el juicio, luego del triunfo revolucionario de 1959, uno de los sicarios.

Luego de fracasar en las torturas, sin lograr sacarles información, en la madrugada del 15 las condujeron, moribundas, a una lancha; y con sacos llenos de piedras continuaron sus torturas, hundían sus cuerpos y volvían a sacarlas repetidamente.

Pero al no obtener resultado alguno, las dejaron caer en el mar. Sus cuerpos desaparecieron el 17 de septiembre de 1958.

Se dice de ambas que eran muy diferentes. Lidia, de 42 años, había nacido en el poblado de Velasco, en Holguín. Era una mujer de estatura media, madre de tres hijos, le gustaba cantar, y mientras viajaba entre sus manos conservaba, casi siempre, un libro de novela policiaca o poesía.

Lidia Esther Doce Sánchez. Foto tomada de la Biblioteca Nacional “José Martí”.

A mediados de 1957 se incorporó en tareas de apoyo al Ejército Rebelde, principalmente, con la columna que comandaba el Che Guevara, quien la calificó como una persona instruida y dispuesta.

Ella no debía de estar en la casa de Juanelo. A finales de agosto, cuando arribó a La Habana, se estaba hospedando en Guanabacoa, pero decidió, esa noche, acompañar a su amiga.

Cuando a Clodomira la asesinaron tenía 22 años. Nació en Cayal, comunidad rural cercana a Manzanillo, en la provincia de Granma. Se comenta que nunca visitó la escuela, solo recibió clases de cómo aprender a desyerbar, aporcar y sembrar. Pero su intrepidez la llevó a donde se tejía una revolución.

Clodomira Acosta Ferrales. Foto tomada del periódico Trabajadores.

Clodomira fue mensajera de la Columna №1 dirigida por Fidel, quien expresó que poseía «una inteligencia natural grande» y «una valentía a toda prueba».

La historia de ambas no es un relato de martirio, sino un testimonio del espíritu indómito de muchas mujeres que transgredieron las barreras del patriarcado para posicionarse en el camino emancipador.

*Para la redacción de este texto se utilizó información de Granma

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