Mi Diario: En esta encrucijada llamada «menstruación»

Querido Diario:
La menstruación y yo tenemos una relación, pero es de esas relaciones tóxicas. Un día estamos en paz y al siguiente es odio mutuo.
Es tan tóxica que pudiera parecer que nos entendemos bien porque me permite la introspección, sentir con intensidad y dedicarme tiempo. Sin embargo, cuando viene de intensa no la quiero, no la soporto y ella lo sabe.
Me mandan gotas, pastillas para sobrellevarla, pero a veces me pasa factura y me domina. Me postra en la cama malhumorada, me hace levantarme cada una hora a vaciar la copa menstrual y a ponerme dos íntimas, además.
Nosotras no nos comportamos igual los cinco días en los que coexistimos juntas: El primero es la antesala, el «¡ya vino!», «¡a prepararme para la batalla!» El segundo es «¡por qué me haces esto!» «¡odio al mundo, me odio y me quiero morir!» Tercer día y cuando pienso que va aminorar la desesperación que siento, ella me recuerda cada cierto tiempo que continúa en mi cuerpo. El siguiente es el más llevadero, y el quinto es ¡ready que se está yendo!
Aunque la menstruación jamás prohíbe, algunas personas menstruantes nos ponemos barreras y nos castigamos con ella. Tratamos de regularla con medicamentos y andar con cuidado, sin que sepan que la tenemos, sin que se percaten cuando nos manchamos.
¿Y si esa tristeza, ansiedad, incomodidad… es un llamado de nuestro cuerpo que necesita salir a borbotones?
Y tal vez sangrándola sea la única manera.