Mi Diario: ser «diferente»

Revista Muchacha
3 min readJul 1, 2024

Querido Diario:

Recurro a tus páginas en busca de liberación. Trato que me ilustres con claridad qué debo hacer ante esta difícil situación.

Mi amigo Edgar hace unos días vivió un episodio traumático. Desde muy pequeño él percibió que era «diferente». No le gustaban las mismas cosas que a los niños de su edad. No compartía el gusto por los carros o las actividades rudas, prefería pasar una tarde en mi compañía antes que salir de fiesta con sus hermanos. Es decir, no se ajustaba a la norma que la sociedad, desde nuestro nacimiento, nos impuso.

Cuando estábamos en la Secundaria me contó que sentía atracción por otro chico de su aula, pero no se atrevía a decirle por pena o temor a ser juzgado. Pasó el tiempo, y la atracción por su compañero aumentó y, cuando intentó confesarle, se topó con las burlas de sus demás compañeros/as y el rechazo del muchacho que le gustaba, tanto fue que nuca más le habló, hasta comenzó a mirarlo con rostro despectivo.

Edgar se refugió en sí mismo y jamás le contó a su familia lo que realmente sentía o le gustaba. Además, no parecían importarles sus sentimientos a sus familiares, por el contrario, le cuestionaban actitudes y comportamientos, tales como «por qué con 15 años no tenía novia», «por qué no iba a fiestas», «por qué siempre estaba conmigo y no con varones de su edad».

Ahora Edgar cursa el onceno grado en una escuela que más que traerle alegrías se ha convertido en su tortura. Cada día, en ese Preuniversitario, resulta una condena, un suplicio y lo peor, los/as profesores/as se dan cuenta de las actitudes hacia él y no hacen nada, prefieren callar ante el constante bullying al que está siendo sometido mi amigo.

Él recurre a mí porque no tiene a nadie más, yo trato de calmarlo, pero esto no se trata de calma, se trata de tomar acción. Hace unos días yo estudiaba en casa y recibí la llamada de la tía de Edgar diciéndome que estaba en el hospital. Ante la pregunta de qué había ocurrido, me contestaron: «intentó quitarse la vida». Quedé muda, solo atiné a llorar porque nunca pensé que fuera a ocurrir eso, pero ya vez, cuando no existe el apoyo familiar y tu entorno no empatiza o no acepta que eres «diferente», esa puede ser una de las consecuencias.

Edgar es homosexual. Él trató de esconderlo durante un tiempo por temor a la reacción de su padre y su madre. Cuando por fin decidió contarlo no recibió más que desprecios, ofensas y humillaciones, y lo más triste de todo es que venían de las personas más queridas.

Ahora él está en proceso de recuperación y con el apoyo de especialistas está tratando de salir de la depresión. Trato, como amiga, de acompañarlo a sus consultas. Quiero ayudarle; hacerle entender que sus sentimientos importan y, aunque la sociedad lo vea mal o no lo acepte, lo único que le tiene que interesar es ser feliz, que la opinión de una persona — por muy dura y cruel que sea — no define su vida.

El primer paso para quererse es aceptarse y, poco a poco, lo irá logrando.

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