Mi Diario: un camino en medio de la tormenta
Querido Diario:
Primera vez que escribo en tus páginas. Seguramente ni sabes que me llamo Pedro y tengo que 17 años; tampoco que mi madre es alcohólica y, sobre esto, me gustaría hablarte.
Desde que mamá empezó a beber nuestro hogar se transformó en un lugar de caos y dolor, lleno de violencia y gritos. Cuando bebía se transformaba en alguien violenta que apenas reconocía.
Confieso que también comencé a comportarme de la misma manera, violento. Cualquier cosa hacía que modificase mi temperamento y explotaba. Mis compañeros y compañeras de clase fueron víctimas de mi violencia. Pero, luego de un tiempo, en mi centro de estudios se decidió que fuese a otra escuela para que compartiera con otros/as adolescentes que, como yo, tenían problemas de disciplina.
Al llegar sentí una mezcla de alivio y desesperación porque me estaba separando de mis amistades y rutina; aunque, parte de mí, vio en la escuela un refugio más que un castigo.
Tuve la dicha de conocer a jóvenes que también llevaban cicatrices invisibles. Sí, eso lo sabes, entre ellos estaba Laura, una chica con ojos tristes, pero llenos de determinación. Ella había vivido situaciones similares y, rápidamente, se convirtió en una amiga cercana.
Con ella conocí el poder de la música y juntos encontramos consuelo en la melodía. Por suerte, la escuela tiene un programa de arte donde puedo tocar la guitarra y escribir canciones.
Una noche, mientras hacía una pequeña presentación musical, sentí una conexión especial con el público. Mis compañeros y compañeras aplaudían y coreaban la letra de la canción que había compuesto. Parece sacado de película, jajaja, pero fue en ese instante que comprendí que no estaba solo, que había otras personas jóvenes que luchaban por encontrar un camino en medio de la tormenta.
*Este texto es una colaboración de Lilianys Medina