Mis sueños o como nos frustran, sus sueños

Por: Carmen Maturell Senon

Dicen que si no sabes lo que deseas te conviertes en territorio de deseos ajenos. Creo que nos ha pasado a muchos, por lo menos a mí sí.

A menudo me pregunto: ¿qué es la vida sin un sueño, sin un motivo? Y las respuestas me la pueden dar varios libros y personas, pero la mía es la que siempre he buscado y está bien si no la tengo ahora, o si hoy conozco con exactitud lo que quiero y mañana no.

También, muchos dirán que la vida sin propósito no tiene sentido, que nuestro camino está trazado y llegamos a la tierra para cumplirlo. Lamento decir que discrepo rotundamente. El destino o como quieran llamarlo lo va construyendo la persona.

Antes me conformaba con complacer a mis padres, en obtener una buena calificación para que estuvieran orgullosos de mí. Solo era la base de sueños de alguien más. Confieso que vivir para otros no es satisfactorio. Piensas que siempre tienes que ser perfecta y complacer sus expectativas, expectativas que nunca pusiste.

Cuando hice la prueba de Relaciones Internacionales estaba muy entusiasmada, pero no por mí, en realidad jamás quise estudiar esa carrera, sino mi mamá, tal parece que ella había planificado mi futuro sin consultarme. ¿Por qué no fui capaz de resistirme y ser valiente para decir «NO»? La respuesta está en que como hijos e hijas creemos que tenemos una deuda con nuestros padres, y eso nos lleva a querer cumplir con sus perspectivas, aunque sus deseos vayan en contra de los nuestros. Por lo menos sé que estudiar Periodismo fue mi elección, y tengo sueños en el ámbito profesional, pero a veces me frustra y declaro que me pone mal saber que puede o no cumplirse. La razón es simple, nos han vendido el éxito como sinónimo de felicidad.

Hasta hace poco me costaba decirle a mi mamá alguna nota que no sea la máxima, y agradezco un poco ese miedo porque me impulsaba a hacer las cosas lo mejor que pudiera. Sin embargo, en las tantas interrogantes que me hago, está si yo estudiaba para mí o para mis padres.

Retomando con las interrogantes que esbocé en el inicio del texto -porque divago y me voy del tema central- no sé si tenga, justo ahora, un sueño o propósito para vivir. ¿Qué es un sueño realmente? Pues, apelo a que es una de las razones que nos mantienen vivos y aferrarse a él es muy difícil.

Desde que nacemos se nos enseña que debemos de ser exitosos, tener un gran sueño y arrasar con todo para lograrlo, no obstante, el mundo es diferente a lo que prometen. Ese sueño en realidad constituye una carga. Vivimos persiguiéndolo y se nos olvida vivir. En ocasiones no recordamos lo humanos que somos y lo instantes de felicidad que podemos disfrutar.

Esta reflexión no quiere decir que anhelar algo esté mal. Al contrario, los sueños nos impulsan a mantenernos vivos, como bien expresó Eduardo Galeano: «la utopía sirve para caminar». Solo que es válido si es algo pequeño o no se considere significativo para la sociedad. Está bien querer comer y dormir, estar con las personas amadas, detenerse y dejarlo todo, empezar de cero; o desear viajar, ser exitoso, gozar de un buen techo, querer tener todos los días el mejor sexo del mundo, en otras palabras, lo que quieras ser y obtener está muy bien.

¿Por qué malgastar el tiempo viviendo por otros? La vida es una sola para convertirnos en territorios de deseos ajenos. Llegado a este punto creo que tengo muchos sueños, realmente siempre los he tenido. Algunos de ellos se considera que son las pequeñas acciones como dormir, comer, escribir, leer, ver a mi familia y amigos, amar, poder despertarme en un nuevo día. Los otros, los que se dicen que son los más exitosos varían a diario porque yo solo quiero vivir.