Revista Muchacha
9 min readMay 6, 2022

Para Vivir es sin miedo

Confieso que nos abalanzamos a ella para, más que coordinar una entrevista, mostrarle nuestros respetos y la profunda alegría por conocerla. ¿Cuándo se puede tener en frente a la creadora un himno feminista de Latinoamérica? Evidentemente, no todos los días.

Por Gabriela Orihuela

Fotos: Gabriela Fuentes Rodríguez

Vivir Quintana vino a Cuba y, por más de una hora, tocó sus canciones junto a Carmen Ruíz, su directora musical y también mujer todoterreno, en el Morro Cabaña como parte de las actividades previstas en la décimo tercera Feria Internacional del Libro en La Habana. Hubo aplausos, risas, peticiones, momentos de confirmación y activismo; hubo sueños y viajes a través de estrofas y rimas; hubo hermandad, sororidad, complicidad. Fue un momento para recargar las baterías, porque la lucha no se detiene.
***
Fue el sábado 30 de abril cuando me dirigía a conversar con Vivir y pude observar, desde lejos, a un hombre que yacía en el piso y a otro, más joven, que lo golpeaba con fuerza. Entre patadas y piedras lanzadas a la espalda del primero, se podían escuchar sus gemidos. El que estaba en el suelo había vociferado groserías e improperios a una muchacha que pasaba con su pequeño en brazos; el segundo salió a “defender” el honor de la dama.
¿Hasta qué punto llegamos a reconocer la violencia? ¿Hasta qué otro la aceptamos y normalizamos en todos los escenarios? ¿Hasta qué punto somos capaces de romantizarla para seguir repitiendo esos patrones? Sí, violencia es violencia, no importa de dónde venga ni sobre quién se ejerza. Pero la mexicana Viviana Montserrat Quintana Rodríguez sabe eso; lo sabe y lo reprocha, lo sabe y defiende a las víctimas, lo sabe y se deconstruye día a día.
Viviana, sentada frente a mí con el pelo mojado y la piel tersa, reconoce que Vivir -su nombre artístico- es una deuda familiar. «A partir de 2017 asumí a Vivir porque hice una terapia de biodescodificación. Descubrí que tenía una lealtad escondida hacia las mujeres de mi familia materna. Mi abuela es Viviana, luego su abuela es Viviana, y la abuela de ella también es Viviana. Todas quisieron dedicarse a la música, pero no las dejaron porque eran mujeres».

La música era terreno masculino, como lo fueron otros tantos escenarios en los que nosotras -sin ganarlo por derecho propio- hemos tenido que lucharlo. Aunque la abuela de Vivir jamás recibió la guitarra que le pidió a su progenitor, la cantautora mexicana reconoce que sus padres rompieron con el esquema familiar y la apoyaron desde sus primeros pasos como artista.
No obstante, aceptarse como mujer cantante fue una tarea difícil porque Vivir, apegada a la herencia familiar, creía que, si sus ancestras no pudieron realizar sus sueños, ella tampoco. «Dejé pasar proyectos muy bonitos. Hasta que comprendí que debía vivir mi propia historia. Mis amigos y familiares me decían Vivi, así que solo le agregué la “r” del apellido de mi mamá y me percaté que formaba el infinitivo de la vida. A partir de ahí todo cambió».
Siempre la música perfecta/ giraba en tornamesa y la oía mi papá/ mientras contando a las estrellas con mágica certeza/ la voz de mi mamá se oía/ y mis hermanos con su risa le dieron magia a aquel lugar.

¿Qué sentido pudiera tener hablar de Coahuila -lugar donde se nació y se formó Vivir Quintana- sin mencionar a “La casa de la esquina”?
Vivir habla de su hogar y me lo imagino rodeado de colores festivos, con una atmósfera armoniosa dada por todos los artefactos para reproducir melodías que su papá dejaba en cada rincón; un sitio repleto de metas y donde se predica la justicia y la humildad; un lugar que tiene, como ella describiera, flores bugambilia y donde pasó las tardes más bonitas.
«Tuve la suerte de nacer y crecer en esta familia. A mis hermanos y a mí nos dieron la oportunidad de fantasear. Coahuila es mi soporte, el lugar donde más segura me siento. Ahí aprendí a leer las estrellas con mi mamá, a apreciar la poesía, a sentir la música. Mi casa es como una Isla a la que siempre quiero regresar».
No fue hasta sus doce años que un profesor le aseguró que tenía dotes para emprender una carrera musical. «Que alguien te diga “tú puedes hacer esto”, y que esté conectado a lo que sueñas, es muy bello».
Sobre su formación académica, muchas personas desconocen que Vivir, luego de estudiar la Normal Superior, impartió clases de Español a adolescentes durante un par de años y continúa convencida de que el maestro aprende siempre más que los alumnos. «Ellos y ellas me enseñaron otro mundo».
***
Usar una ropa determinada, caminar por la calle sola, regresar en la noche a casa sin compañía de un hombre, contar nuestras experiencias y/o denunciarlas se han convertido en actos heroicos. Fue a los doce años cuando Vivir supo del acoso y comprendió que «la historia podía repetirse».
«¿Por qué tendría que ser así? Recuerdo las frases que me convertían en objeto, el correr porque te quieren tocar o hacer, que quieran opinar sobre ti y de tu cuerpo, que te quieran usar. Resultó doloroso tener que enfrentarme a la realidad de muy chiquita».

«Los feminicidios los tenía como muy lejanos. En México hay muchos “Méxicos” y muchos nortes. En mi país se hablaba de “las muertas de Juárez”. ¡Claro, murieron solas! No, ellas eran las asesinadas de Juárez. Se logró hacer visible lo que ocurría gracias a los colectivos feministas».
En su país sobresale «la cultura del olvido y del perdón». «Muchas veces se dice “mira, de ese tema no se habla; no se habla del tío abusador, de la violación, del acoso”. Está mal. Sí hay que hablarlo. Dar a conocer cada una de las historias ayudará no solo a visibilizar la violencia de género como un problema real, sino que les ratificará a tantas mujeres que no se encuentran solas».
Lo que no decimos, lo que no se llega a nombrar, no existe. Han sido años de patriarcado y machismo, de sumisión y silencio por parte de las mujeres, de violencia en distintos escenarios. Estamos -mujeres y hombres que abogan por la justicia y la igualdad social- ayudando a la conformación de una nueva sociedad. El camino es difícil y largo, la deconstrucción lleva tiempo, esfuerzo. Pero cada persona combate y educa desde su espacio de mínimo poder; el de Vivir es la música.
Ella, la misma que usa aretes de diferentes juegos en señal de autenticidad, no se reconocía feminista hasta que, en una charla con amigas, se percató que lo practicaba sin conocerlo cabalmente. Sus letras y proyectos demuestran el pensamiento liberador de una mujer sin fronteras.

«La apología a la violencia dentro de la música en mi país es muy fuerte, por eso quise trasladar, desde el primer momento que me nombré feminista, todo mi sentir y todas esas historias a la música que hacía. Pero esto no solo ocurre en México, estamos lidiando con un problema global».
Allá, en la tierra de la cantautora mexicana, hay mujeres y niñas privadas de su libertad por quitarle la vida a sus agresores. Algunos la ven como asesinas, pero ellas son, realmente, víctimas de la violencia de género. Con la misión de exponer mediante corridos esos casos, Vivir Quintana orquesta, en 2018, el proyecto “Querida Rosita Alvirez, maté a Hipólito”.
A Rosita Alvirez la asesinó, hace más de cien años, un señor determinado por no querer bailar con él. «En el corrido que hablaba de lo pasado con Rosita Alvirez hay una parte que, prácticamente, la señala como culpable: Su mamá se lo decía/ Hija, esta noche no sales/ Mamá no tengo la culpa/ que a mí me gusten los bailes. Ella se puso ahí porque le gustaban los bailes, él no tuvo culpas».
Lo peor es que «las que ahora están presas pudieron ser las asesinadas. En mi país existe el “Exceso de legítima defensa”; aunque sientas que puedas ser asesinada, protégete poquito».
Mientras conversamos sobre el tema, un diálogo logra repetirse pretendiendo darle imagen a la causa de estas mujeres contra aquel ente incorpóreo que las encarcelas:
_ Yo solo me defendí.
_ Sí, pero te defendiste de más

“Esperanza” -manera en que nombraremos simbólicamente a una amiga de Vivir- fue víctima de feminicidio. Son varias fases de duelo en las que el dolor se apodera cuando perdemos a alguien amado; en todas esas fases, Vivir se preguntó «¿por qué no te defendiste más? Pero es tonto de mi parte. Jamás podría reprochárselo porque desconozco, a ciencia cierta, cómo se defendió para que no le hicieran lo que le hicieron, para que no acabaran con su vida».
«Me obsesionó la idea de qué hubiese sucedido si ella lo mataba a él. Lo más seguro es que, para visitarla, cambiaríamos el panteón por la cárcel».
“Esperanza” merece justicia; todas las “Esperanzas” merecen justicia.
***
Marzo, 2020. Otra vez el Día Internacional de la Mujer. Más que celebración, unión y lucha, sororidad y fuerza. La pregunta de Mon Laferte: «¿Tienes alguna canción sobre feminicidio?». La respuesta de Vivir: «No, pero la puedo hacer. ¿Para cuándo sería?». «Para hoy»; ya la prisa comienza a enmudecer. La casa de los padres. La mesa en el patio para iniciar el proceso creativo. La intimidad para poder escribir. Los pensamientos a solas. La tristeza y la añoranza. El ímpetu y la coraza que se desdobla en cada letra, en cada nombre que escribe. Nueve horas que pasan y la noche que llega. El mensaje de Laferte, otra guerrera: «Está increíble. ¡Vamos con todo al Zócalo!»
Ese 7 de marzo, por vez primera, cantaron ambas mujeres, junto al Palomar, “Canción sin miedo”.
_ ¿Sabías que compusiste un himno feminista en Latinoamérica cuando entregaste la letra? –inquino.
_ Jamás lo esperé. Mi mamá me preguntó qué pasaría luego de cantarla. Le dije que, seguramente, Mon me mencionaría en alguna red social y dos o tres medios hablarían de “Canción sin miedo”.
Pero no ocurrió lo pensado por la artista mexicana. “Canción sin miedo” resultó versionada por muchas naciones.
Claudia, Esther, Teresa, Ingrid, Fabiola y Valeria fueron cambiados por Laura, Paola, Virginia, Celia, Daniela; tal vez, el mayor éxito de la melodía radica en que una infinitud de mujeres se sintió identificadas en la letra; se vieron reflejadas y también a sus amigas, familiares, vecinas, hermanas de causa.
Que tiemble el Estado, los cielos, las calles
Que tiemblen los jueces y los judiciales
Hoy a las mujeres nos quitan la calma
Nos sembraron miedo, nos crecieron alas

A cada minuto, de cada semana
Nos roban amigas, nos matan hermanas
Destrozan sus cuerpos, los desaparecen
No olvide sus nombres, por favor, señor presidente

«“Señor presidente” no hace mención exclusivamente a quien se encuentra liderando un gobierno, sino a todas las personas que tienen, en sus manos, algún poder para auxiliar a las mujeres».
Yo todo lo incendio, yo todo lo rompo
Si un día algún fulano te apaga los ojos
Ya nada me calla, ya todo me sobra
Si tocan a una, respondemos todas

Vivir, apasionada del aire puro que respiramos en Cuba y del mar rebelde y claro que tenemos, sabe que el camino es inmenso y parece tener muchos obstáculos. Reconoce que al movimiento feminista se le mira mal por desconocimiento. «A veces nos tildan de peligrosas, de violentas; dicen que no reclamamos nada, solo estamos enojadas».
Sí, hay enojo; no obstante, sobresalen las historias de la violencia de género, la sociedad patriarcal que mancilla y oprime, los cuerpos “hallados sin vida”, las desapariciones, los golpes en la piel y en la mente, los acosos y violaciones, los dueños de vidas ajenas. Pudieran ser citados cientos de miles de historias; toda mujer posee una o más. Basta, simplemente, con escucharnos.
Cantamos sin miedo, pedimos justicia
Gritamos por cada desaparecida
Que resuene fuerte "¡nos queremos vivas!"
Que caiga con fuerza el feminicida.

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