Querido Diario…
--
Levantarme de la cama es cada vez más difícil; cuesta el doble o el triple cuando no se tiene un propósito. Ahora mismo, no encuentro el mío. Tener 22 años, estudiar en la Universidad de La Habana y sentir que cada vez tengo menos amistades y, por ende, mi fuerza de apoyo desaparece y repercute en mis ganas de hacer.
Cada vez que mi mamá me pregunta si voy a salir de casa y debo decir «no» comienza un debate. ¡Curioso, eh! Raras son las ocasiones en que la madre fuerza a la hija a dejar la intimidad del hogar. Pero, con quién voy a salir, qué voy a hacer y con qué dinero.
Mis dos amigos más cercanos, Alejandro y Raúl, se fueron con meses de diferencias del país. «Yo lo siento mucho, amiga, pero aquí no hay futuro», dijo uno; «En cualquier lado, como médico, voy a ganar más que haciendo guardia en el mejor hospital de la capital», comentó el otro. La verdad es que yo los entiendo, a medias. Pensar un proyecto de futuro en un país donde el bloqueo y otros problemas internos afectan diariamente a la economía y a la vida cotidiana parece cosa impensable. Puede que sea un reto; puede que no, estoy segura que es un reto.
Al graduarme mi salario no será bueno; tendré las mismas dificultades que mis padres para conseguir las cosas, haré las mismas colas, tendré que ver a otras amistades partir y, al llegar a casa, solo querré sentarme en el sofá. ¿Qué motivaciones tendría una persona para seguir? Hallarlas no resulta muy difícil, esta es mi casa, mi gente, mi barrio, mi país.
A veces me cuestiono si existirán personas que, como yo, quieren hacer de mi Patria un mejor sitio para vivir. Pienso en oportunidades económicas, sí; aunque también pienso en oportunidades para cambiar mi espacio desde mi zona de mínimo poder. Dentro de unos años esa zona será el aula, pretendo ser profesora.
Para los jóvenes no es nada sencillo esta etapa donde por edad eres adulto; por aspiraciones, un soñador; por intereses, un espíritu libre. Tengo amigas embarazadas, casadas o preocupadas por su superación; tengo gente emigrando y otras pensando cómo hacerlo; tengo, en cambio, otros compañeros que no saben qué hacer. Las decisiones, siempre, serán difíciles de tomar.
El punto, creo, es tener mesura e ímpetu y, sobre todo, buscar ayuda. Esas fuerzas perdidas deben retomarse con metas y proyectos, siempre tratando de incluir en ellos a la tierra en la que vivimos, la misma que ojalá pudiéramos mejorar paso a paso.