Ya casi se acaba marzo… y el ¿Día Internacional qué?

Revista Muchacha
5 min readMar 29, 2021

Por Lissy Villar Muñoz

Ya casi termina el mes de marzo. Aquel día ocho no pasó desapercibido. Todos los periódicos, las revistas, las redes sociales tuvieron al menos una publicación recordando la fecha. Y es que el Día Internacional de la mujer se vivió y se vive diferente en distintos puntos de la tierra que habitamos.

Pero tienen algo en común más allá de celebrar a la fuerza un día.

La palabra resistencia siempre me ha parecido de desgaste, de seguir con las últimas fuerzas que quedan, de aguantar a toda costa. Sin embargo hace unos años que la resignifico, que la apropio de mis sensaciones más directas y cercanas, de cómo quiero que se construya un vocablo que demuestra profundidad en las acciones que lo contempla.

El ocho de marzo de 1991, el ocho de marzo de 2005, el ocho de marzo de 2020, y el ocho de marzo de 2021 han sido años de resistencia de las mujeres.

La feminista cubana Isabel Moya recordaba una frase de Simone de Beavoir que decía que cuando lo extraordinario se vuelva cotidiano ahí entonces sabremos que se habrá acabado el patriarcado.

El ocho de marzo no puede ser la fecha exclusiva de reconocer que las mujeres existen, no puede ser la fecha de los tributos, de las poesías encartonadas, de las metáforas inconclusas, de los estereotipos disfrazados.

Esta tiene que ser una fecha, que recuerde los 365 días de un año (según el calendario gregoriano) que las mujeres no tienen aún todos los derechos ni son reconocidas como sujetas de derechos en toda la dimensión que esto implica.

Leí el 8 de marzo un texto publicado en el Granma con el título Autoras de su propio destino, del cual tomo un fragmento. “A mi hija le diré que sea princesa o guerrera, lo que prefiera, siempre que el cuento lo escriba ella. Que sea una mujer buena, independiente… Pero que sobre todo, sea una mujer feliz. Y todo eso, en un mundo donde se respete su vida, no por madre, esposa, hija o hermana, sino por persona”.

El ocho de marzo en Cuba desde la reivindicación de los derechos (reconociendo justamente lo que hemos logrado las mujeres construyendo la Revolución Cubana), es una fecha cotidiana. Los desafíos en el alcance de una política feminista en el quehacer político (no es un trabalenguas, ni una frase cacofónica) es uno de los principales objetivos de la construcción de una Cuba feminista. Pero no una Cuba feminista en el discurso: una Cuba que mueva, remueva, transforme, debata, socialice, desmonte, los designios patriarcales que tanto daño le hace y que no posibilita la felicidad de las humildes, para las humildes y con las humildes.

La fecha continúa y no en las revistas, periódicos, noticieros. La fecha continúa en las calles, en las protestas, en las disímiles resistencias que no se ven.

A propósito de defender lo justo, una publicación de Facebook me acercó más a la realidad de otros países y de otras luchas feministas, y de mujeres. Y ya no era un 8 de marzo.

La publicación es de Diana Carmenate.

“Los acontecimientos de los últimos días me dejaron pensando. Soy feminista. La única vez que pegué afiches en las paredes de la vía pública en Montevideo (2019), en defensa a la ley de protección a personas trans, porque también creo que el feminismo es inclusivo, o no es feminismo. Nunca he pintado un monumento histórico, nunca tiré una piedra a nadie, nunca le prendí fuego a nada. También, soy una mujer que vive protegida por el privilegio, o mejor, por varios privilegios económicos, culturales, educativos, familiares. Violencia solo he sufrido la que es más ‘habitual’ (no por eso menos grave). Hombres desconocidos (decenas) masturbándose frente a mí en las calles- alguno intentó tocarme o me llegó a tocar-, hombres haciéndome comentarios vulgares en casi cualquier lugar, hombres enviándome fotos desnudos sin yo pedirlo, hombres siguiéndome los pasos de noche sola, hombres asombrados de que sé arreglar el inodoro de casa sola… y muchas más de esas situaciones que nos pasó a todas en la vida, muchas veces sin haber cumplido los 15 años.

(Dije hombres. En el 93% de los casos en que los hombres son violados, los victimarios también eran hombres. Con las mujeres el % es mayor. Se me calman porque los conozco). Pero repito, soy una privilegiada. Ni mi padre, ni mi hermano, ni mis primos, ni mis tíos, ni mis abuelos me tocaron nunca, ni me vendieron a sus amigos, ni me violentaron. Jamás.

Jamás hice una denuncia a la justicia y esta ignoró mi caso, me revictimizó y dejó a mi victimario libre (incluso tapándole la cara para proteger su privacidad).

Jamás mi familia o mis amiguxs me han llamado loca por exigir mis derechos y equidad (aprendan esa palabra, porque la igualdad, hoy, es ingenua).

No he tenido, hasta hoy, ni una hermana, ni una madre, ni una tía, ni una amiga, ni una compañera de trabajo, ni una conocida desaparecida, o aparecida muerta con signos de violencia sexual.

¿Saben que pasa? Ese privilegio es subjetivo, circunstancial y nadie sabe que vendrá en el futuro. Cualquier día puedo ser yo. Puede ser mi amiga, mi madre, mi prima, mi tía, mi socia.

Entonces, además de ser incapaz de descalificar a las que quieren quemar todo, las apoyo sin dudarlo. Sobren todo ante esa gente que les molesta más las vivas gritando hartas, que las muertas.

Las apoyo y me representan, porque si fuera yo, si desaparece mi madre, si violan a mi amiga, si acosan a mi tía, les aseguro que yo también voy a prender fuego a todo, voy a romper todo.

Así que esas ‘locas’, las que pintan los monumentos, las que salen en las alertas gritando histéricas, las que se sacan las tetas, las que piden a los hombres que no marchen o que marchen al final, a las que llaman ‘violentas’, ‘feminazis’; son las que van a romper todo cuando yo no esté.

Sé que les da miedo que usemos la violencia, sé que les da miedo cuando pedimos ‘ser iguales’, es obvio. Pero tranquilos, solo pedimos justicia: no vamos a armar una red de trata, ni a violarlos y luego enterrarlos en un jardín. No vamos a hacer lo mismo que los hombres hicieron con nosotras en toda la historia de la humanidad.

Así que agarren un balde agua, un trapo y algo de pintura que los monumentos se limpian, se arreglan, se reconstruyen en un par de horas, las mujeres muertas, desaparecidas y violadas, no”.

*Tomado de la Revista Mujeres (http://www.mujeres.co.cu/art.php?MTY3ODY=)

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